Cierto es que Moyano y buena parte de los que aparecen en las fotos del palco del acto nos espantan a la mayoría de los argentinos, pero eso no puede esconder una realidad de malestar social que se palpa cada día con mayor intensidad.
Detrás de la marcha del 21F habita un reclamo justo y una advertencia real: la política económica del gobierno nacional está generando una profundización de la pobreza en Argentina. La inflación, el aumento constante en los servicios públicos y el agobio impositivo, siguen produciendo una caída muy grande del poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores, y con eso una mayor caída del consumo que impacta severamente sobre toda la economía cotidiana.
La UCR no puede seguir impávida frente a las acciones del gobierno. No puede continuar coreando las acciones de un grupo de CEOs y multimillonarios, que lejos de apostar al modelo de desarrollo e inversión que prometieron en la campaña, repiten las fórmulas históricas de endeudamiento internacional y ajuste del déficit fiscal, saqueando los bolsillos de la clase media. Y eso, tarde o temprano, debemos saberlo y repetirlo, nos condena a finales críticos que suelen devolver al peronismo al poder. Así fue en 1989 y así en el 2003.
Es un error creer que la movilización del 21F, sólo responde a motivaciones políticas de los impresentables políticos que la encabezaron.
Los radicales debemos romper con esta bipolaridad tóxica y comprender cual ha sido y sigue siendo nuestro lugar histórico: al lado de las mayorías, defendiendo a los sectores populares y ofreciendo una alternativa al país que definitivamente no es Cambiemos.
Hay modelos. En Santa Fe hemos construido una gestión diferente basada en la decencia y que apuesta a la obra pública, a la salud pública, a la educación pública y a una severa administración de los recursos públicos. Eso mismo es lo que merecemos como argentinos. Allí nos van a encontrar, incluso trabajando junto al sindicalismo decente, para ofrecer un alternativa confiable.