La coherencia de Pedro Sánchez y el PSOE nos interpela como argentinos pero especialmente como Radicales.
El nuevo presidente español, Pedro Sánchez, demuestra –una vez más- que es la ideología la que finalmente salva a la política y a las sociedades de estropear la nave contra algún acantilado por no tener capitán de a bordo. La ideología es una herramienta práctica que le dice a la política para donde, para qué y cómo unirse en motivos comunes.
Tal como nos lo enseñaran, desde Alem cuando arengaba “que se rompa, pero que no se doble”, o Yrigoyen: “Que se pierdan mil gobiernos, pero que se salven los principios”, así como Raúl Alfonsín que nos decía que cuando la sociedad se derechiza hay que prepararse para perder elecciones.
Esas palabras hoy toman una paradójica actualidad en la situación española y nos guían, a los radicales progresistas, a no perdernos del camino de nuestra historia por la pereza personal de tomar los atajos para llegar a altos cargos, usando al partido para simular un éxito tan efímero como vulgar.
Las últimas elecciones españolas fueron las peores en la historia del PSOE y Sánchez, cómo candidato a presidente, el que menos empatía en el sufragio cosechó. Posteriormente perdió ascendencia sobre las estructuras de poder de su propio partido, quienes lo desplazaron para pactar con el Partido Popular parcelas de poder y lo catalogaron como un “muerto político”. Pero lo último que perdió fue su ideología, su identidad adquirida a través de la historia como parte de uno de los partidos socialdemócratas más importantes en el mundo.
El resultado de esa coherencia hizo que cuando el propio pueblo español levantó la cabeza, vio a Pedro Sanchez y al PSOE en el mismo lugar.
El “muerto político” estaba fuerte y plantado en su ideología, siendo elegido por los representantes institucionales del pueblo español, para suceder al conservador, Mariano Rajoy, luego de que la Audiencia certificó que su partido (PP), se financió con una caja negra que era administrada desde su sede central, no sólo para cubrir gastos electorales sino también para abonar sobresueldos a los funcionarios partidarios en el gobierno; caja que estaba compuesta con el aporte de empresas contratistas del Estado. El propio presidente Mariano Rajoy, figuraba en esas listas de contabilidad “B” de la trama Gürtel, tal como se conoce al caso de corrupción más escandaloso y grosero que conoció la historia contemporánea europea.
Otra vez la socialdemocracia, como concepto político republicano, acude al salvataje político y cultural de una nación que adhiere al discurso de la antipolítica impuesto por el marketing, en esta nueva forma de conservadurismo que implementa la derecha a nivel mundial. Pedro Sánchez, es el nuevo presidente de España. Es socialista y se llama, a sí mismo, de “izquierdas”. La tiene más que difícil porque debe enfrentar, con impecable institucionalidad, una política de acuerdos que transparenten el manejo de lo público, pero también dar una respuesta a la crisis territorial que tiene a Catalunya en un callejón sin salida y a Euskadi apostando a la suerte de los catalanes para ir detrás con su propia independencia. PSOE tiene, en la última letra de su sigla, el posicionamiento ante el independentismo de las autonomías. “E”, es de español, por lo que podrá avanzar en la plurinacionalidad de España pero no al punto de mutilar parte de su composición nacional.
No la tiene fácil la socialdemocracia española. No la tenemos simple los progresistas argentinos que debemos plantarnos en nuestras ideas y defenderlas pero al final de ese camino el éxito o la derrota será, siempre, que tan cerca dejamos a quienes representamos de una sociedad más justa, libre, equitativa y soberana.
Sabemos que hoy existe una ola conservadora en nuestra propia sociedad. Quizás, como decía Alfonsín, podremos acostumbrarnos a perder elecciones. Si lo que perdemos es nuestra identidad más lejos estaremos de aportar nuestra visión estratégica a la sociedad.
Para conservar las cosas sin alterar el poder, están los conservadores. Para mostrar la luz de una alternativa social de transformarnos como país estamos los reformistas.
No cambiar de sitio, no renovar el domicilio ideológico, permitirá a la sociedad encontrarnos cuando nos necesite. La coherencia política, para los radicales progresistas, es nuestra forma de servir al pueblo y no, como lo están haciendo muchos, servirse de él.