Nunca seremos Mascherano, todos podemos serlo
Ya no hay papelitos ni festejos, todo volvió a la “normalidad” después de un mes donde vibramos al ritmo de una selección argentina que con mucho orgullo terminó subcampeona del mundo. Sin embargo, paradójicamente, se habló poco de fútbol. Todos fuimos tocados por la actitud del equipo: humildad y convicción, particularmente la de un comprovinciano, Javier Mascherano.
¿Qué pasó para que de golpe explotaran las redes sociales al ritmo de los #Maschefacts adjudicándole poderes casi sobrenaturales?
El propio jugador confesó sentirse “avergonzado”, casi como devolviendo un pequeño cachetazo diciéndonos, despierten!, no hay superhéroes!, soy uno más entre todos, una persona normal que cumple con su trabajo transpirando la camiseta argentina con garra y pasión.
Gran lección de humildad, de mostrarnos lo que significa tener los pies sobre la tierra y la cabeza fría para no caer en ese exitismo tan peligroso como el pesimismo.
El fútbol es una gran caja de resonancia de las pasiones populares y comparte con la política ese lugar de entrecruzamiento de lo privado y lo público. Dijo alguna vez Carlos Fuentes, “la política es la actuación pública de pasiones privadas”.
Un pequeño gran gesto de un futbolista exitoso en su carrera, que no se deja encandilar por los flashes, que rescata el trabajo en equipo a partir del compromiso, que sólo ve en la perseverancia el condimento fundamental de los grandes logros, nos recuerda que ese es el campeonato que todavía tenemos que ganar los argentinos.
Estoy seguro que la gran mayoría de nosotros jamás jugaremos al fútbol como Mascherano, pero estoy convencido que todos, cada uno en lo suyo, podemos ser parte de una selección mayoritaria de argentinos honestos, trabajadores, comprometidos y orgullosos sin que esto nos haga sentir excepcionales o extraordinarios
Jorge: Nos conocemos desde hace bastante y coincido con tu reflexión sobre nuestro comprovinciano (por el cual sentimos verdadero y sano orgullo -si es que el orgullo puede ser sano-), pero, además comparto lo dicho sobre el gran seleccionado argentino, compuesto por esos más de 40 millones de seres anónimos para la mayoría, pero que significan una referencia para muchos. Creo firmemente en que cada uno de los seres humanos tenemos dones, valores. Aún aquellos que la «sociedad» considera fuera del sistema y que muchas veces nos cuesta visibilizar. Ejemplos como el de «Masche» nos permiten encontrar un referente más, uno que puede servirle a un pibe que ha perdido la brújula que lo lleva al puerto de la perseverancia para alcanzar un puerto aún más lejano. «Masche» nos devolvió la esperanza del liderazgo, ese que cuesta tanto encontrar en muchos políticos que ejercen la política en beneficio propio, y que, seguramente, está opacado en otros que se brindan por el «otro» para buscar convertirlo en nosotros, en un equipo. Yo rescato tu mensaje y el de «Masche», porque creo que sobre personas positivas, comprometidas con lo que emprenden y con la historia -incluso en relación al fútbol y a un torneo que mueve sumas obscenas de dinero, pavoneando «pan» frente a los pobres hambrientos-, es como se construye el «hombre» que conformará la «sociedad» que debe surgir con vistas al futuro. En este caso, aspiro a que tengamos muchos más «Masche» a la par, entre todos, para poder alcanzar nuestros más sinceros y sanos objetivos. Un abrazo.