El libro, base fundamental de la democracia
Una vez más celebramos este encuentro en torno a una de las actividades que nos definen como seres humanos: la lectura y su soporte por excelencia, el libro.
Es una de las bases fundamentales de la cultura moderna y si me lo permiten, de la democracia misma.
Es a través de la lectura que aprendemos y comprendemos lo que nos pasa como personas, como sociedad. Es la lecto-escritura una actividad fundamental de nuestro proceso de aprendizaje, con ella comenzamos a forjar nuestra libertad: nos permite pensar, discernir, elegir, crear nuestro destino como personas.
También la lectura nos hace soñar, proyectar. Cuántos libros nos han cambiado la vida?
Argentina tiene una industria cultural como pocos países de la región. Nuestros hombres de letras de siempre y el surgimiento de nuevas plumas todo el tiempo son buenos indicios, que hablan de la vitalidad de nuestra gente, de esa dialéctica creadora y crítica que es un rasgo de la argentinidad. Pero no tenemos que descuidarlos.
Las usualmente llamadas nuevas tecnologías, que digamos que ya no son nuevas, porque son una realidad que hace tiempo atraviesa todos los sectores sociales en cada rincón de la Argentina, están modificando pautas de consumo cultural, económico y político también.
El hábito de la lectura es muchas veces puesto en cuestión por estas prácticas de consumo que se caracterizan por la inmediatez, la fugacidad, también hay que decirlo, por la falta de reflexión profunda. Pasamos de un tema a otro en cuestión de segundos sin comprender, sin contextualizar, sin cuestionar.
Al mismo tiempo, estas herramientas digitales están ayudando a democratizar la producción y el consumo como nunca antes. Tenemos un enorme desafío por delante: es el de incorporar con sentido crítico los nuevos soportes de tecnológicos sin dejar de lado la centralidad de las personas como creadores y destinatarios de ideas y contenidos.
Los últimos años nuestro país muestra algunas tendencias que nos alarman y ocupan nuestro tiempo y trabajo. Hablo de la violencia en todas sus expresiones: social, en el deporte, en la vida cotidiana, en el tránsito, en el interior de las familias, la escuela, la que atraviesa muchos debates políticos. La suma de cada suceso, cada hecho, por más insignificante que sea, degrada la convivencia, desgasta y vacía de sentidos las instituciones, por último, deslegitima la democracia.
Por eso quiero reivindicar la lectura como hábito de ciudadanos de una democracia. Esa capacidad de reflexionar con pausa, pero sin pausa. La base sobre la cual es posible construir diálogos, consenso, en definitiva, calidad institucional.
Una sociedad que lee, una sociedad que dialoga, que hace esfuerzos por construir en la diferencia en la diversidad, es una sociedad que crece, madura y se mejora a sí misma.